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lunes, 28 de noviembre de 2011

Dos grandes banderas, una de Estados Unidos y otra de la Confederación, flamean en lo alto de la casa rodante de los Phillips. Como cada noviembre, Jeffery; su esposa, Natalie, y su perro están en el camping aledaño al circuito de Homestead-Miami, para disfrutar de la gran pasión del sur de Estados Unidos: las carreras de Nascar.
Las dos banderas tienen un simbolismo profundo para Jeffery. La estadounidense fue la que cubrió el ataúd de su abuelo, un militar y fanático de Nascar. Y la confederada es su homenaje a "los muchos sureños que lucharon en la Guerra Civil y que merecen ser recordados".
Ahí están, sobre el techo de una casa rodante, algunas claves de la llamada "Nación Nascar": familia, tradición, patriotismo. Es que para los Phillips, como para otros miles que peregrinan por el país siguiendo las competencias, esto es más que una carrera.
Es, como dice Jeffery, "el verdadero deporte sureño".
Y la fiesta que se mueve con él es masiva. Jeannie y Wayne Jones viajaron desde Tennessee junto con otras dos parejas de amigos, cada uno en su motocicleta Harley Davidson, además de la casa rodante, su perra Sassy, y la carne y la cerveza necesarias para una larga estadía: llegaron al camping el miércoles y no se irán hasta el lunes.
También para ellos Nascar es una tradición familiar: el padre de Wayne era mecánico en la categoría. "Mi sueño es jubilarme y pasar todo el año siguiendo las carreras", dice Jeannie.
Algunos fanáticos se quejan de que, con el explosivo crecimiento de Nascar, las cosas ya no son como antes. "Hace 20 años sólo había sureños. Ahora es distinto: han llegado muchos del norte, incluso de Canadá", se lamenta otro de los campistas, Richard. Pero las tradiciones siguen intactas: Dios, patria y familia siguen siendo los protagonistas de cada jornada.
El espectáculo previo a la carrera principal parte con la bendición de un pastor. "Dios, te agradecemos por aquellos que luchan la buena lucha alrededor del mundo. Sabemos que nuestra libertad no es gratis, que tiene un precio, y lo aceptamos por aquellos que sirven y se sacrifican". Luego, un coro de niños entra en escena para cantar el himno patriótico America the beautiful y recitar el juramento a la bandera.
Por los parlantes se pide al público ponerse la mano derecha en el corazón, "en honor a América y a nuestros soldados". Otra niña interpreta el himno nacional, cuya última nota es interrumpida por el rugido de dos jets de la Fuerza Aérea que pasan en vuelo rasante sobre el circuito, mientras un grupo de paracaidistas de la Marina aterriza en la pista con una gigantesca bandera norteamericana.
En la gran feria de marcas y productos que rodea el circuito, el stand más grande es el del Ejército, que intenta reclutar fanáticos de la velocidad con simuladores de helicóptero y juegos interactivos. Lo mismo hacen la Fuerza Aérea y la Guardia Nacional. De hecho, cada rama armada tiene su propio auto en la competencia de Nascar, con sus colores y su auspicio.
El investigador John Heitman define a Nascar como "un estilo de vida", que también tiene lecturas políticas. Los estrategas electorales usan el término "papás de Nascar" para describir a los hombres blancos, conservadores, religiosos y nacionalistas, que suelen votar por los republicanos. Un estudio del centro de microdatos Natmedia demuestra que los televidentes de Nascar (la segunda competencia más vista en TV, después del fútbol americano) tienen la mayor proporción de votantes republicanos entre los aficionados a todos los deportes, con la sola excepción del golf.
También varios pilotos y dueños de escuderías han apoyado públicamente a candidatos republicanos. En septiembre, cuando el Presidente Obama invitó a las principales estrellas de Nascar a la Casa Blanca, cinco de ellos se excusaron, en un bochorno de relaciones públicas del gobierno.
Para recomponer relaciones, Michelle Obama fue invitada a dar la orden de encendido de motores este domingo en Miami, en una ceremonia al estilo Nascar: un homenaje a las familias de militares en servicio en Afganistán e Irak. Ni siquiera ese contexto impidió que la primera dama fuera recibida con fuertes pifias por un público hostil.
Pero para los fieles que peregrinan de campamento en campamento siguiendo las carreras, esto no es un asunto de política, sino de tradición. Como dice Jeffery Jones, con la sombra de su casa rodante protegiéndolo del sol tropical de Miami: "Esto no será un viaje a Disneylandia, pero es nuestra elección. Es lo que somos y lo que nos hace felices".



Two large flags, one U.S. and one of the Confederacy, flap at the top of the trailer of Phillips. As every November, Jeffery and his wife, Natalie, and his dog are on the site adjacent to Homestead-Miami circuit to enjoy the passion of South America: Nascar racing.
Both flags have a deep symbolism for Jeffery. The U.S. was the one that covered the coffin of his grandfather, a soldier and Nascar fan. And the Confederacy is a tribute to "the many Southerners who fought in the Civil War and deserve to be remembered."
There are, on the roof of a mobile home, some keys to the "Nascar Nation": family, tradition, patriotism. Is that for the Phillips, as other thousands who wander through the country on the skills, this is more than a career.
It is, says Jeffery, "the true Southern sport."
The party that moves with it's massive. Jeannie and Wayne Jones traveled from Tennessee along with other two couples, each in his Harley Davidson, plus the trailer, his dog Sassy, ​​and meat and beer needed for a long stay, arrived at camp on Wednesday and will not leave until Monday.
For them Nascar is a family tradition: the father of Wayne was a mechanic in the category. "My dream is to retire and spend the entire year following the races," says Jeannie.
Some fans complain that with the explosive growth of NASCAR, things are not like before. "20 years ago there were only Southerners. Now it's different: they have reached many of the north, including Canada," laments one of the campers, Richard. But traditions are still intact: God, country and family remain the protagonists of each day.
The pre-race show main part with the blessing of a pastor. "God, thank you for those fighting the good fight around the world. We know that our freedom is not free, it has a price, and we accept for those who serve and sacrifice." Then, a children's choir enters the scene to sing the patriotic song America the beautiful and recite the Pledge of Allegiance.
For the speaker invites the public to get the right hand on the heart, "in honor of America and our soldiers." A girl plays the national anthem, whose last note is interrupted by the roar of two Air Force jets passing low-flying on the circuit, while a group of paratroopers from the Navy lands on the runway with a giant American flag.
In the great fair of brands and products around the circuit, is the largest stand of the army, trying to recruit fans of speed helicopter simulators and interactive games. So do the Air Force and National Guard. In fact, each has its own armed wing car in NASCAR competition, with their colors and their sponsorship.
Researcher John Heitman Nascar defined as a "lifestyle", which also has political readings. Electoral strategists use the term "Nascar dads" to describe white men, conservatives, religious nationalists, who tend to vote Republican. A micro-center study shows that viewers Natmedia Nascar (the second most seen on TV after football) have the highest proportion of Republican voters among all sports fans, with the exception of golf.
Also, several pilots and owners of teams have publicly supported Republican candidates. In September, when President Obama called on NASCAR's top stars at the White House, five of them were excused, a public relations embarrassment of the government.
To rebuild relationships, Michelle Obama was invited to give the engine firing order on Sunday in Miami, a Nascar-style ceremony, a tribute to military families serving in Afghanistan and Iraq. Even this context prevented the first lady was greeted with boos by a strong hostile audience.
But for the faithful who wander from camp to camp following the races, this is not a matter of policy, but of tradition. As said Jeffery Jones, the shadow of his mobile home protecting the tropical sun of Miami: "This will be a trip to Disneyland, but it is our choice. Is what we are and what makes us happy."

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